Creo que ha llegado el momento de dejarlo. De dejar que las
cosas se completen solas, que las palabras no cesen hasta terminar la frase por
completo. Y la verdad, no voy a mentir, nunca tuve razones para hacerlo. La
verdad es que me da mucho miedo hablar, he de reconocer que a estas alturas no
le temo mucho al dolor, ni la mitad de lo que temo a lo desconocido.
La verdad es que nunca me he sentido en casa, nunca hubo ni
un solo lugar en el que sentir que pertenecía por ley. Pero luego descubrí que
todo eso no es más que papel mojado ¿Quién quiere un hogar?
En realidad luego fui descubriendo más cosas y al final me
di cuenta de que en el fondo tengo más de lo que necesito.
Lo que quiero decir es que, vamos ¡Tengo más que eso! No lo
necesito, de verdad.
No necesito fingir algo que creo que es mejor de lo que yo
soy, no necesito callar cosas que creo que dejarán de hacerme ser quién soy. No
necesito pasar horas y horas mirando fijamente esas palabras escritas una y
otra vez porque todo lo que deseo puedo tenerlo, está ahí fuera, esperando.
Esperando por mis malditos intentos que nunca llegan. Y aquí
dentro sólo se escucha el ronroneo de un lejano motor y esa voz en mi cabeza “Deja
de ser tan cobarde, por Dios bendito.”
Tengo más que eso. Tengo sueños, tengo un camino que cambié
a mi gusto hasta que me agradó lo suficiente como para cruzarlo a través de las
espinas y piedras. Tengo a alguien, a alguien con muchos nombres y rostros en
cada faceta de mi vida, diciendo un “vamos” en voz ahogada. Me tengo a mi
misma.
Y tengo una sociedad anónima.
Tengo más que eso, lo juro. No más miedo.